viernes, 7 de julio de 2023

Desconocido

 

Desconocido

Al volver la vista atrás, me resulta tan lejano ya que parece que hayan transcurrido años, y como quien dice fue anteayer.

Difuminado en la bruma del tiempo se va disipando el recuerdo, tal vez como una forma de supervivencia, como una cicatriz que sólo se hace notar cuando cambia el tiempo.

Incluso ahora no tengo la sensación de que haya desaparecido ni de que sea ya una amenaza trágicamente inevitable. He ido a por la cuarta dosis de la vacuna con la misma rutina con la que los niños siguen su calendario de vacunación.

Pero de algún modo, el miedo, la desconfianza, y cierta precaución siguen ahí. Latentes, sin bajar la guardia del todo.

La incertidumbre provoca temor porque al no saber a qué te enfrentas no sabes como afrontarlo. Parece simple, pero es terrible. La sensación de vulnerabilidad, indefensión, desosiego y zozobra que provoca aquello que no sabemos de dónde viene ni por dónde circula.

Vivíamos muy tranquilamente, pero no lo sabíamos. Nunca sabemos apreciar el momento. O sí. A veces. Pero no lo apreciamos lo suficiente.

De un día para otro los noticiarios empezaron a mencionar un peligro, en principio lejano, pero invisible. Luego cada vez más cercano, pero indetectable. Como el viento gélido, a veces tan sutil, que corta la piel sin que a penas nos mueva un pelo.

Se empezó a hablar de controles extraordinarios en los aeropuertos y en las aduanas. Pero ningún país había atacado a otro. No se había declarado ninguna nueva guerra. No sobrevolaban los cielos proyectiles ni aviones de combate. Más bien, dejaron de volar los aviones de transporte. Se empezó a extender, por todo el mundo, si por todo el mundo, la orden de dejar los aviones en tierra.

El once de marzo de dos mil veinte, la OMS eleva la situación de emergencia a pandemia internacional. Luego por un decreto aprobado con carácter de urgencia el día catorce el Gobierno de España declara el estado de alarma por quince días, que es lo que determinas las leyes. Se trata una situación especial prevista en la propia Constitución española de 1978, y que al tener que explicarla en clase, siempre decía: “espero que no lo lleguemos a conocer”. Y llegamos.

Había que quedarse en casa, salir solamente para lo imprescindible, comprar alimentos, artículos de higiene o medicamentos. Quedaron abiertas muy pocas empresas y negocios. Los imprescindibles se dijo. Fue curioso que aumentara un doscientos por cien la venta de harina en aquellas fechas. Era lo más lógico. La harina es una materia muy versátil y se conoce desde la prehistoria, desde entonces viene ofreciendo una inmensa gama de posibilidades. Los de más edad recordamos a nuestras abuelas haciendo la masa en las artesas de madera, claro que ahora no hacía falta recurrir a los cedazos, la harina viene muy fina y bien tamizada, incluso en las estanterías podemos encontrar muchos tipos de harina, para freír, para repostería, harina de fuerza, etc. Las abuelas sabían distinguir la harina de los trigos rubios de las demás. Esos trigos de espiga gruesa, hermosa, exuberante, con sus raspas largas brillando al sol de mayo.

Solamente añadiendo agua y sal tenemos el que sea quizá el producto cocinado más antiguo, el pan. Luego mezclando sabiamente, con paciencia, delicadeza y habilidad, y pocos ingredientes más, azúcar, aceite, huevos, leche, tenemos a nuestro alcance buñuelos de carnaval en febrero, bollos de Semana Santa en abril, mantecados después de la matanza, magdalenas en cualquier época del año y así se abre ante nosotros un apetitoso y amplio abanico de dulces. Ponerse en la cocina todos juntos a charla mientras uno amasa, otro da forma, o fríe, era una tarea colectiva incluso relajante. Teníamos más comodidades y más aparatos que las abuelas de antaño, batidoras, hornos eléctricos, cocinas de inducción magnética, hornos de microondas, etc. Una gran cantidad de artilugios, que necesitan una provisión constante de energía, en este caso electricidad y que sólo valoramos cuando no llega. Con cualquier tecnología, antigua o moderna, siempre cabe la posibilidad del toque personal de cada uno. Así entendemos expresiones como “una pizca de sal”, “un chorrito de anís”, “un puñadito más de harina” y claro, ahí la experiencia juega un papel fundamental.

Desde septiembre del año anterior, mi madre, con noventa y siete años se metería en la cama y no volvería a salir hasta quince meses después para el adiós definitivo. Algunos meses después lo haría mi padre. Ella presentaba los síntomas clásicos de demencia senil. No padecía. No tenía dolores. La lucidez que a veces mostraba la llevaba a recuerdos de su infancia. Necesitaba todos los cuidados. Mi padre tuvo toda la lucidez hasta el último día. Casualmente los dos se fueron juntos el cinco de noviembre. Pero ellos no lo supieron. Se quedaron a pocos días de su setenta aniversario, su boda había sido el cuatro de diciembre de mil novecientos cincuenta.

Cuando se aprobaron las normas de confinamiento y las restricciones de movimiento ya llevábamos mucho tiempo utilizando guantes, concretamente de nitrilo, para asearlos con la mayor higiene posible. Teníamos cajas de reserva en casa de forma habitual. Luego sería difícil encontrarlos. Al principio los compraba de forma habitual, como cualquier otra cosa en la tienda de María Valmorisco, o en la de María la Campanaria. Alrededor de cinco euros costaba la caja. Luego, se cuadriplicaría el precio. Los buscaría y los encargaría en todas partes, en la tienda de Tomás, en el DIA, en el SPAR, al fontanero El Tordo, en fin.

Y las mascarillas. Bueno, pues sigo llevando un par de ellas en el bolsillo. Antes de salir de casa: la documentación, el móvil, dinero, y ... mascarillas.

Mis padres le preguntaban a Petri, por qué se tapaba la boca. Que estaba resfriada-decía- y que no quería contagiarles.

No llegamos a informarles de la situación en ningún momento. Ni de los fallecidos por cualquier causa, aunque fueran de la familia. ¿Para qué? Sufrieron la atroz y cruel Guerra civil en su adolescencia. Tenían bastante. No se extrañaron de que no hubiese tráfico por la calle. Bueno, el tractor que pasaba fumigando. Pero eso tampoco les llamaba la atención, era un ruido más sin ningún significado para ellos. Aunque no sé cómo mi padre mantuvo una orientación extraordinaria y admirable para saber la hora, solamente por la claridad que entraba por la ventana.

Tratando de recordar ahora para escribir tengo una sensación un tanto extraña, como distante, como si hubiera sido un asunto que de algún modo no iba con nosotros. Pero en el fondo permanece el resquemor.

Salía cada dos días a comprar como se suele decir, lo imprescindible. Guardaba los tiques de la compra porque en ellos estaba indicada la fecha y la hora. Aunque a veces me hubiera resultada difícil explicar el recorrido hasta mi casa. Desde luego no podía alegar que me había perdido, pero es verdad que alargaba la estancia en la calle de un modo un tanto ingenuo y un poco inconsciente.

Claro que siempre tiene uno la sensación de desear con más ahínco aquello que está prohibido. Pero debía hacer un esfuerzo y cumplir la norma. No sólo por mí, sino por todos los demás.

Luego llegó la hora de los aplausos. Muchos más que aplausos necesitaban y siguen necesitando el personal que trabaja por nuestra salud. Y por nuestra alimentación. Y por todo. Todos dependemos unos de otros mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir. Pero es así.

Cada día que amanece nos ofrece una nueva oportunidad. Lo que hagamos luego depende en buena medida de cada uno de nosotros.

Nunca he tenido tiempo de aburrirme, o será que siempre he podido encontrar algún entretenimiento, aunque la verdad es que no suelo dedicar ni un minuto a los típicos “pasatiempos”. Siempre me busco y suelo encontrar algo que hacer. En esta ocasión tan extraña me fijé en que habitualmente acudían pajarillos al patio poco después de sacudir el mantel de la mesa. Les atraían las miguitas de pan. Así que me puse a echar miguitas sistemáticamente en el patio y a esconderme tras el cristal de la cocina a ver qué pasaba.

Una vez que parecían haberse acostumbrado, el siguiente paso era intentar hacer fotos. Pero no era fácil. Son muy desconfiados, muy esquivos. En ello les va la vida. Después de algunos intentos y obtener unas fotografías mediocres, desenfocadas, sin un encuadre aceptable y de pésima calidad cambié de estrategia. Coloqué la cámara con el temporizador activado y en función vídeo, a continuación, eché miguitas alrededor y me puse a esperar. Efectivamente, tras varios intentos conseguí algunos archivos de vídeo muy aceptables, con bastante detalle, buena luz y mucha nitidez. Y había hecho grabaciones de pájaros, grullas, perdices, cigüeñas y otras aves, pero en campo abierto. Esto era muy distinto. Me intrigaba, y sigo sin saber, a dónde iban durante las horas centrales del día. Pero, me sirvió de entretenimiento y a ellos de alimento. Eso sí, seguían desconfiando, era su instinto de supervivencia, inculcado en sus genes desde hacía cientos de generaciones. Así que era cuestión de ponerse a hacer un montaje y publicarlo en mi canal de vídeo. Aquí está el enlace: Pajarillos en el patio primavera 2020 - YouTube .

Llegó un momento en que dejé de prestar atención a las cifras de contagios y fallecimientos. No acababa de encontrar ninguna explicación lógica, al porqué, en algunas zonas aumentaban más los casos que en otras. Pero me tranquilizaba, o al menos trataba de tranquilizarme, mirando en los libros de historia cómo en otras ocasiones había sucumbido un porcentaje altísimo de la población. La décima parte en muchas ocasiones, o la mitad en otros casos, que aplicados a nuestro pueblo hubieran sido más de mil personas. Aunque para los familiares más cercanos, una sola es demasiado.

Cuando murieron mis padres, no me cogió de sorpresa. Se esperaba, se veía venir, pero nunca te parece buen momento. Por entonces había todavía restricciones por las que sólo se podían juntas pocas personas. Yo estoy muy agradecido de todos los que, a pesar de ello, tuvieron la gentileza de acompañarnos, aunque fuera con cierta distancia. Recuerdo perfectamente el respetuoso silencia que había en toda la plaza al salir de la iglesia. Sí, estoy muy agradecido, era un silencio sublime, de sereno acompañamiento. Y así lo percibimos en mi pequeña familia.

Poco a poco iríamos recuperando la normalidad. La nueva normalidad, decía algunos que son tan amigos de darle nombres rimbombantes a las cosas y a las situaciones. La distancia es el olvido, dice el refrán. Posiblemente iremos recuperando la antigua normalidad, sin aspavientos, y sin que sea noticia. Cuando algo no es noticia, es buena señal.

Así, que veía motivos para la esperanza. Que hubiera escapado de un laboratorio, o que procediera de animales salvajes, no me parecía que tuviera mayor importancia. Ya estaba aquí, ahora había que combatirlo, mantenerlo a raya, dominarlo. Y esperar al siguiente.

La erupción del volcán de la Palma en septiembre de dos mil veintiuno, televisado en directo como nunca lo habíamos visto atrajo nuestra atención cada día, bueno, hasta que se alargó en el tiempo. Como todo.

Antes de publicarse el decreto del estado de alarma había tenido ocasión de atender once visitas al palacio. Esto es un asunto que surgió así, sin pensar, porque Cayetano, el alcalde me planteó la posibilidad de “acompañar” a unos forasteros que venían al pueblo y querían conocer sus monumentos. Muy bien. Hala. A estudiar las publicaciones de don Antonio Adámez Días y las de don Cándido González Ledesma, y los proyectos y memorias de restauración de los arquitectos Abad Sancho y Ardanaz Arranz, que tan amablemente escaneó para mí Juanjo Vallejo sintiéndome muy agradecido a todos ellos. Luego en algunas ocasiones atendimos conjuntamente Cándido y yo a algunos visitantes, entre ellos a los alumnos del Instituto.

Posteriormente algunas visitas las haríamos con mascarilla y grupos pequeños. Me ha servido de aliciente para seguir estudiando y poder tener esporádicamente una actividad que me resulta interesante.

Me gustaba decir entonces, que sin darnos cuenta algún día veríamos que habían pasado los años y no recordaríamos bien cuando fue. Claro que para entonces en los recuerdos tendríamos mezclados tantos eventos y tan difusos ya que sería imposible concretar sin recurrir a los textos escritos.

 

José María Calzado Almodóvar, 24/02/2023

 

 

 

viernes, 19 de agosto de 2022

Pregón 2022

(Texto con fotos)        Del sábado, 13 de agosto de 2022

Bienvenidos a Orellana

Gracias al alcalde Cayetano Ramos y al concejal Manuel Moreno por su invitación.

Muchas gracias de antemano por vuestra atención.

Bienvenidos a la orilla del Guadiana. Este río en el que se han ido fijando desde tiempo inmemorial las generaciones anteriores.

Hoy la orilla está algo más baja de lo habitual por la continuada escasez de lluvia de los últimos años. Pero, aunque sea con datos muy por debajo de su capacidad, los embalses vienen cumpliendo su función.

Hace seis décadas se realizó un gran cambio en el curso del río, en el control de sus aguas y en el pueblo. Llegaron a estar censadas en Orellana más de seis mil personas. Todas las casas estaban ocupadas por dos o más familias, además del poblado que se construyó al efecto aguas abajo respecto a la presa.





























Fueron años de una efervescente actividad en todos los sentidos. Entonaron aquí sus canciones Valderrama, Molina, Juanita Reina, Farina, Manolo Escobar, es decir los artistas más destacados que estaban de moda por entonces. Funcionaban dos cines de invierno y dos de verano que se llenaban todos los sábados y domingos. Aunque aún no se había inventado el concepto de “fin de semana”. Curiosamente en el solar de aquellos cines hoy hay sendos hoteles.



Desde los orígenes del pueblo el río ha sido siempre una referencia importante.

Tan importante, que si el pueblo está aquí y sigue aquí es por el río.

En la antigüedad se recurría al río para tareas ahora impensables. Por ejemplo, cuando escaseaba el agua en los “cavaeros” lugares de los que se extraía tierra para las tapias, y en las pedreras, los hoyos que dejaban al sacar piedra para las paredes, había que bajar a lavar al río con los costales de ropa a la cabeza. Lavaban con jabón casero y luego tendían la ropa sobre los tomillos para que tomase buen olor. Serían los precursores de los suavizantes.

También bajaban a comprar unas docenas de naranjas a las huertas y con el burrillo a moler el trigo y la cebada. Los molinos harineros del río estuvieron funcionando hasta la construcción de la fábrica de harinas, a principios del siglo XX.

Como vemos, desde tiempos remotos el río ha tenido gran interés y se han realizado obras en su cauce. Mas adelante se trataría de un asunto de mayor importancia.





Se hablaba precisamente, de construir una presa, un muro, un muro enorme para controlar y contener las aguas del río.

Además, un gran canal que llega hasta Miajadas y más de veinte pueblos nuevos, Gargáligas, Guadalperales, Valdivia, Zurbarán, Vivares, etc. Ahora podemos pensar que se podían haber hecho menos y más grandes. Pero resulta que en aquella época ninguna parcela debía estar a más de media hora de desplazamiento en mula, o sea unos tres kilómetros. Luego la tecnología ha evolucionado muy rápidamente.



Las presas se construyen para formar un embalse con las aguas de los ríos y con cuatro finalidades clásicas:

§  control de avenidas,

§  producción de energía,

§  abastecimiento a poblaciones e industrias y

§  riego.

Dicho así, parece simple, además, para las generaciones más jóvenes no es nada novedoso, pero entonces se trataba de una obra inmensa. Llegaron personas procedentes de toda España, con maquinaria y oficios desconocidos. Y del pueblo, claro.



Bisabuelos, abuelos y padres de algunos de vosotros trabajaron en ello. Los hubo que entraron de aprendices o peones y terminaron con especialidades que después desarrollarían por todo el país con las mismas empresas con las que habían empezado, y que algunos recordarán, Agromán, Excavital, Coviles, Kronsa, etc.

Recuerdo muchas conversaciones con ellos. Tenían conciencia de haber participado en algo realmente trascendente.

Siempre que pasábamos por la carretera cerca de Hernán Cortés, mi suegro me decía, mira, esas dos torres las he hecho yo, porque a los demás les daba miedo la altura.

Ciertamente estaban trabajando en obras a las que no se habían enfrentado nunca y con materiales y técnicas desconocidas para ellos.

Y también hubo muchos matrimonios mixtos, como no. Y luego vendría la diáspora hacia Barcelona, Madrid, y principalmente a Baleares. Algunos hemos regresado definitivamente, otros siguen por ahí o sólo vuelven por determinadas fechas para ver a familiares y amigos y pasar juntos las fiestas. El Cristo, Navidad, Semana Santa o ahora para el verano.

Como en los últimos años está lloviendo menos de lo habitual, quizá no recordemos que fue en 2013 cuando abrieron las compuertas de este y de los demás embalses.




Y acudimos a verlo.



El agua siempre es un espectáculo.

El conjunto de embalses de esta zona abastece a una gran cantidad de poblaciones, y a las industrias. Por ejemplo, la central termo solar toma agua de este embalse para poder funcionar.

Distribuidas por el canal del Zújar, el de Orellana y el de las Dehesas se riegan miles hectáreas de cultivos que ahora nos parecen normales, porque estamos acostumbrados a verlos desde la carretera, pero en su momento, era absolutamente impensable que por aquí se pudiera sembrar: arroz, algodón, maíz, girasol de regadío, tomates y una amplia gama de frutales, melocotones, ciruelos, nectarinos, etc.

Cuando yo tenía trece años mi padre decidió plantar mil árboles, lo que suponía una locura según algunos y una barbaridad sabiendo que habría que esperar tres años para obtener la primera cosecha. Pues con mucho esfuerzo y un poco de suerte salimos adelante.

Como mi padre era muy amigo de novedades quiero mencionar que el año anterior a plantar los perales había cultivado cacahuetes, y les vendió un par de carros llenos a los turroneros de Castuera.







Cualquiera lo diría.

En ese mismo año llegaron las primeras cosechadoras que facilitaron mucho el duro trabajo de la siega, pero poco a poco los niños fuimos perdiendo la impagable diversión de la era y las noches al raso.

Extremadura se ha posicionado durante muchos años entre los tres primeros puestos a nivel nacional por Comunidades en la producción de arroz, maíz y tomate.

Además, una parte de esa agua que sale, puede hacerlo por la central hidroeléctrica y de paso producir electricidad. La misma agua habrá pasado anteriormente por las centrales de Cíjara y García de Sola.

Esa agua que ahora mueve una gran turbina, seis siglos antes, moviendo una piedra, se instalaba la primera industria aprovechando la fuerza del agua. Se trataba de los molinos harineros.

Los GEAS, Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil, vienen habitualmente a entrenar a este embalse, y en la última ocasión han podido localizar y grabar en las silenciosas aguas del fondo del embalse los molinos que siguen ahí.

Como detenidos en el tiempo.

Con la sublime quietud de las piedras.

Pues sí, desde muy antiguo se han venido fijando en el río. Había familias que vivían de la pesca, y de vender los peces por la calle. Difícilmente podrían entender que ahora se capture un pez, se pese y se eche de vuelta al agua.

Cierto es que en los últimos años la pesca sigue dando empleo en el pueblo, especialmente por la afluencia de aficionados franceses y por las competiciones en torno a la pesca del lucio.




Los ganaderos trashumantes que a finales de septiembre iniciaban largos desplazamientos, para traer sus rebaños a pastar durante el invierno por estas tierras encontraban en el río un obstáculo importante y precisamente en esta zona, el Guadiana resultaba más fácilmente vadeable. A veces.

Vadear un río siempre entraña un peligro. Apenas había puentes sobre él.

Venían por cañadas reales, tan anchas como la distancia que hay en una autovía desde una valla exterior a la otra. Viajaban a razón de veinte o treinta kilómetros al día.

El clima y los pastos de estas tierras le gustaban a las ovejas, y …las mozas a los pastores. Así hubo muchos que se quedarían aquí y aquí tienen descendencia. Era bastante lógico pues se pasaban por aquí dos tercios del año.

Podemos imaginar por un momento los alrededores cubiertos de encinas, retamas, jara, y vida silvestre con el río que ofrece una corriente de agua fresca y fácilmente accesible.

En el Libro de las Monterías, del siglo XIV se habla de que en las proximidades de la aldea D’Orellana y la Sierra de Pela abundaban corzos, ciervos, jabalíes y … osos.

¿Lo podemos imaginar? Especialmente en invierno, aclara el libro.

Siempre contando con el río.

Hemos enumerados las cuatro utilidades que tienen los embalses según los cálculos y las previsiones de los ingenieros.

Pero, he aquí, que enseguida, pocos años después de terminada la presa, acudimos todo el pueblo a ver algo increíble. Por Semana Santa, en primavera, cuando hace más viento. Sí, se trataba de pequeñas embarcaciones de vela, balandros, decían los entendidos. Estaba lleno el embalse, era un espectáculo precioso, y novedoso, era la primera regata internacional.

Luego habría algunas más y después se dejarían.

Posteriormente sería el Centro Ibérico de Vela el que tomaría el relevo organizando cursos y regatas, en las    que jóvenes orellanenses han tenido gran éxito en diversas competiciones.

Andando el tiempo se ha podido comprobar que el agua siempre tiene un atractivo especial, y poco a poco fueron desarrollándose actividades que podríamos calificar como recreativas.

Natación, vela, remo, pesca, windsurf, buceo, esquí, motonáutica, etc.

Desde la más remota antigüedad el agua ha estado ligada al desarrollo de las civilizaciones en múltiples aspectos. De hecho, en España y gran parte del mundo se concentra un mayor porcentaje de población cerca de las costas.

El día 16 del pasado mes de julio, se desarrolló una procesión náutica para celebrar la Virgen del Carmen. Algo que se viene haciende habitualmente el sábado más próximo a ese día desde que el embalse empezó a llenarse.

Y desde 1998, un tipo de espectáculo que agrupa elementos que combinan muy bien: agua y fuego, luz y sonido. Debemos reconocer qua la idea la tomamos del espectáculo que se ofrecía en la Expo 92 de Sevilla en el lago aprovechando lo máximo que ofrecía la tecnología en ese momento.

Personalmente procuro no perdérmelo ningún año. Me encanta la combinación de todos estos elementos. El agua realza la maravilla de la pirotecnia. Mi admiración para los profesionales que son capaces de sacarle tanta belleza a la química.

Normalmente suelo estar lo más cerca posible para hacer fotos y vídeos. Algunas las tenéis disponibles en mis publicaciones en la red. Y este pregón a partir de mañana en el blog.

Disfrutemos del espectáculo, que es a lo que hemos venido.

Muchas gracias por vuestra atención. Feliz Feria y felices fiestas.                              

 

José María Calzado Almodóvar


lunes, 15 de agosto de 2022

martes, 2 de agosto de 2022

Solo, por favor

 Para la revista Costa Dulce 2022

Desde por la mañana temprano van llegando aquellos que han de acudir pronto a su trabajo, y como no, los jubilados madrugadores, tan cargados de tareas como de achaques. Hay que reconocer que los abuelos han cobrado en los últimos años un protagonismo importante, incluso en las series de televisión. Desempeñan un  papel importante en la familia.










Cada cual va ocupando su lugar preferido, dentro o fuera, con alguien conocido o no, casi da igual porque enseguida se desarrollarán las conversaciones cruzadas de un extremo a otro de la barra o de entre las mesas. Ventaja de los pueblos pequeños. Se hablará de todo, del tiempo también, como no. Se escucharán las opiniones de los superexpertos en los más variados asuntos, erupciones volcánicas, ataques masivos de virus, estrategia militar y diplomacia internacional, o lo que sea.

Con vehemencia y pasión se tratan temas que nos parecen, en el momento, de máxima importancia y que nunca se van a borrar de nuestra mente. Bueno, eso parece, pero surge algo nuevo y como se suele decir lo urgente eclipsa lo importante. A ver ¿Cuándo empezó la pandemia, y la erupción del volcán de la Palma? Queda ya tan lejano en el tiempo.

A los arregala-todo, nos les faltan ideas ni imaginación. Y luego están los quejumbrosos habituales para los que ya nada tiene remedio. “todo siempre va a peor”. Iremos escuchando soluciones para cualquier sector de la sociedad, el transporte, la educación, el correo, la sanidad, las ferias, todo. Hay que ver qué pena que estas “soluciones” no lleguen a quienes tienen mando en plaza.

También nos encontramos, como no, con alguien que, con bastante paciencia, y con argumentos sólidos y razonables explica con claridad algún asunto.



Por ejemplo, hablando de café, podríamos enteramos de que hay una Organización Internacional del Café (OIC) que existe desde 1963, y se ocupa de asuntos cafeteros. La OIC reúne a gobiernos de países exportadores e importadores para abordar, mediante la cooperación internacional, los desafíos con que ha de enfrentarse el sector cafetero mundial. Resulta que hay hasta cuarenta y dos países exportadores. Quién lo diría.

También nos enteramos de que el cafeto es un arbusto originario de Etiopia, en la provincia de Kaffa, y se cultivó en Yemen a partir del siglo XV, puede que incluso antes.

Cuenta la leyenda que un pastor llamado Kaldi, paseando por Kaffa con su rebaño, se dio cuenta del comportamiento extraño de sus cabras. Más enérgicas, alborotadas… desde que comieron unos frutos rojos de una planta que no había visto antes. Kaldi preparó, en un monasterio cercano, una infusión con los frutos. Pero no tuvo ningún efecto. Al arrojarlas al fuego, el olor tostado de los granos del interior cautivó a todos los presentes. Al triturar los granos y crear una humeante bebida, notaron como la euforia, el ánimo y sus fuerzas quedaban renovadas. Así nació el café.

Es una bebida estimulante, eso, estimula, no aporta energía…

Todavía algunos pastores beduinos siguen tostándolo con una sartén a la lumbre y machándolo en una especie de almirez. El sonido característico de ese mortero se expande por el valle y sirve de llamada a los pastores de alrededor para tomar juntos tan aromática infusión.

Algo así hacía mi abuela, en vez de utilizar esos molinillos antiguos que ahora se exponen en los museos y sin disponer tampoco de los eléctricos que aún no los conocía.

El consumo de esta bebida empezó a expandirse por Arabia y especialmente la Meca, uno de los destinos más visitados en esa época. Los árabes se aficionaron a esta bebida, creando incluso lugares de reunión para disfrutar de una taza de café. Allí nacieron los antepasados de las cafeterías.

Es curioso que, junto con el pan, es el único producto que ha dado nombre a establecimientos específicos, “Cafeterías” o simplemente “Cafés”, lugares interesantesdesde sus inicios que se convirtieron enseguida en centro de tertulias para los más diversos temas y el público más más variopinto.
Cafeterías y cafeteras. Cuántos modelos y tipos de molinillos y cafeteras se han desarrollado en pocos años en una auténtica competición por el diseño y la originalidad hasta llegar las cápsulas actuales.

Tanto ingenio se ha despertado a su alrededor que incluso la publicidad en todos sus medios y formatos nos ha dejado auténticas obras de arte.

Y cómo no, en el séptimo arte también de alguna forma toma protagonismo en películas tales como, “Amelie”, “Serendipity”, “Desayuno con diamantes”, “Pulp Fiction”  “Regreso al futuro” y “El bar” y series como “Café con aroma de mujer” y “Camera Café”.

El café de la mañana es más breve, hay quien dice que imprescindible. Para terminar de despertar. Puede acompañar el desayuno, o no. Tiene su propio ritual. Es distinto en cualquier caso al de media mañana. Es la pausa dentro de la tarea, y tiene un margen variable según las circunstancias de cada cual. Así van llegando comentarios y noticas frescas o calentitas, según se mire. Ayer ganó tu equipo, qué bien. A las once hay un entierro. Por Castuera está lloviendo, dice un viajante que acaba de entrar. En la gasolinera he visto a tu hermano.

El de la tarde tiene, claro está, sus peculiaridades... En una mesa discretamente apartada, a la que llega el rumor de las conversaciones como el murmullo de las olas. Hablamos despacio, y escuchamos más. Realmente es el doble de difícil escuchar que hablar, quizá por eso tengamos dos orejas y una boca. La mirada más próxima, muy atentos a los gestos, casi no hace falta terminar las frases para entendernos, sintiendo en la yema de los dedos la cálida suavidad de la taza nos hallamos en disposición de hacer y escuchar confidencias, preocupaciones personales, recordar tiempos que han ido pasando sin apenas darnos cuenta. Trabajos, viajes, acontecimientos familiares. De lejos le viene al café su relación con las tertulias y la literatura. En Lisboa podemos encontrar el Café A Brasileira con estatua de Pessoa que es una de las más fotografiadas de la ciudad, aunque el viajero nunca haya leído nada de Pessoa. La terraza invita a sentarse. El interior del café es sorprendente y se encuentra entre los mejores del mundo. Lo más curioso del local es su carácter humano, uno de esos cafés que se ha mantenido con el paso de los años y sigue viviendo un gran esplendor.

Justo enfrente vemos la librería Bertrand, fundada en 1732, es una de las más famosas y la más antigua de Lisboa. Y sigue abierta.

Siempre hemos relacionado, al menos desde Extremadura, el café con Portugal.

Debido a que Portugal disponía del cultivo de café en Angola que era el tercer máximo productor de café del mundo hace cincuenta años. A toda España y especialmente a Extremadura llegaba el “café portugués” unas veces de forma legal y otras de contrabando. En Angola, las revueltas para conseguir su independencia de Portugal a principios de los 70 y la Guerra Civil durante 27 años, que siguió a su emancipación del país europeo en 1975, arruinaron, sin embargo, casi cualquier rastro de café en el país. Angola tiene unas condiciones climáticas y orográficas ideales para la producción del grano. El cafeto prefiere altitudes por encima de los mil metros, temperaturas cálidas y sombra.

En la actualidad hay organizaciones que están apoyando el cultivo del café para que alcance su nivel anterior. Sería interesante comentar aquí también que en Perú hay programas de desarrollo por el cual doce mil familias han cambiado el cultivo de la coca por el del café. Buen camino.

Y saliendo de cena cae bien un último café para cerrar el día. En cualquier caso lo más importante siempre es la compañía.

Aunque no lleguemos a decirlo, en fondo el deseo es que: “Sólo, sea solo, el café.”

 

José María Calzado Almodóvar

 

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Harina

Harina

María, al oír los primeros gallos lanzar su jácara, muy diligente salta de la cama. Miguel ya había hecho lo mismo y amontonaba unos leños para encender la lumbre. Enseguida arrimaría el pote lleno de agua fina de la fuente para que se fuese calentando. Ella prepara la artesa, las varillas y el cedazo. Saca del costal dos celemines de harina y los echa despacio sobre la artesa para añadir luego el agua caliente. Él ha ido a asistir a las mulas, que más que animales de carga son compañeras de trabajo, las echa paja y cebada en el pesebre, de paso, saca unos cubos de agua del pozo y llena la pila de la zahúrda y la del corral para que todos los animales de la casa estén bien atendidos. Las gallinas escarban como siempre buscando algo que picotear, aunque sea la cal de las paredes.

Con firme parsimonia y a la vez delicadeza, María va conformando una masa homogénea a la que ha añadido la levadura y una pizca de sal. Recuerda que su abuela siempre la decía que “la sal, ni mucha, ni poca”, algo que de pequeña no llegó a entender, pero luego con el tiempo ha comprendido que en eso, como en otros muchos pequeños detalles, está el toque personal de cada cual para la cocina.

Mientras, se afana en heñir con sus puños la masa, descargando todo el peso de su cuerpo y girando ligeramente las muñecas, entona  por lo bajo antiguas canciones que había aprendido de su abuela y otras que desde, su ya lejana niñez, tenía grabadas en el recuerdo con la dulce y melodiosa voz de su madre.

Recuerda las historias que la habían contado al amor de la lumbre. El abuelo relataba las caminatas hasta el molino del río detrás del burro en el que llevaba terciados dos costales de trigo bien cinchados para que aguantasen el desnivel del camino. Con el cabestro al hombro andaba al mismo ritmo acompasado que el animal. El molino de la orilla del río lo había mandado construir el marqués hacía poco tiempo. Estaba cerca del paso de la barca y del vado, a escasa media legua del pueblo.

En las cercanías del molino, el corro de gente que esperaba para moler era un auténtico mentidero. Él, se limitaba a escuchar, sin dar más opinión que un “tal vez”, o “quizás”. Los duros años le había hecho más que prudente, reservado. Todos le tenían por sensato y discreto. Las tres piedras del molino giraban incansables con la fuerza del agua. El rodezno recibía el empuje del río incansable y transmitía su fuerza a la muela que iba molturando el grano. El ruido era ensordecedor, nunca mejor dicho, todos los molineros terminaban afectados, perdiendo audición. Llegado su turno, arrimaba los costales, esperaba la molienda, recogía la harina, pagaba la maquila y regresaba deseándole buenos días a todos los presentes y a los que habían ido llegando después que él.

María recuerda también, que, siempre le había dicho que las mujeres no tenían que ir al molino. Que no era buen lugar. Que había muchos hombres. Que si alguna vez se viese en la necesidad, Dios no lo quiera, como le pasaba a las viudas sin familiares varones, que tuviese que ir con el costal a la cabeza, aunque sufriera el calor, que fuese a media mañana,  o bien entrado el día.

En las cancioncillas tan verídicas como irreverentes, que juglares atrevidos y desvergonzados entonaban en las plazuelas, relataban historias de molineras picaronas y de clérigos rijosos. Tendría razón el abuelo.

Cuando la masa ya tiene “su punto” la trocea en partes de dos libras y con rápidos giros sobre el ala de la artesa les da su peculiar forma redondeada de hogaza auténticamente artesana. Marca con el cuño de la familia cada bola y le da unos cortes superficiales que con el calor se abrirán.

Con un lienzo blanco y limpio lo tapa y encima pone una manta de lana para que se mantenga uniforme la humedad y la temperatura. Lentamente la levadura hará su labor.

Llegada la hora, prepara el rodete de tela tejida que se ajustará a la cabeza para llevar el tablero del pan. Son los panes que comerán durante la semana. El pan, tan socorrido, que, además de acompañamiento se vuelve a utilizar en migas, sopas o gazpacho. Sí, salen a pan diario por persona. Como los pastores trashumantes que además del jornal tenían asignado un pan diario. Y cada uno de sus mastines, también. Lo lleva al horno con paso ligero y decidido.

El hornero, desde la madrugada ha quemado una carga de jara dentro del horno y está preparado para la siguiente cochura. El maestro pala, con destreza va colocando los panes dentro del horno. Regresa a casa para seguir con su tarea. Dentro de una hora vuelve para recogerlo.

En las calles, el aire envuelve el pueblo con un delicioso aroma a jara y pan nuevo. Las mulas y los carros de los labriegos ponen la  nota sonora a la que parecen contestar las campanas de la torre.

De ninguna manera, María podría imaginar que, veinte generaciones después  se volverían a oír en la plaza aquellas canciones rememorando tiempos antiguos.

Pero lo que nadie, ni por asomo, podría esperar,  que una infinidad de minúsculos e invisibles monstruos vaciarían las calles. Encerrarían a las gentes en sus casas. Desatarían temores ancestrales, zozobra y desconfianza.

Y para sobrevivir, ante la incertidumbre y el miedo a un posible desabastecimiento volverían la vista a lo más básico, a lo más elemental y más versátil.  Algo que siempre había estado en sus vidas en dulces, bollos, galletas, salsas, y el único alimento que las religiones tienen por sagrado y mencionan en sus oraciones, el pan.

Volverían la vista con esperanza a la sencillez y buscarían: harina.

José María Calzado Almodóvar. 2020


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Nota.- En el mes de abril la venta de harina se incrementó un doscientos por cien. 

martes, 21 de enero de 2020